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lunes, 11 de abril de 2011

El gran Sermón de Jesús

Colinas, al norte del Mar de Galilea
Ustedes deben orar así: "Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno." Mateo 6:9-13 


Legionarios Romanos
Estamos en el año 31 aproximadamente. El Imperio Romano gobierna sobre todo el mundo conocido, incluida Palestina. Para su época, es uno de los territorio más incontrolable del gran Imperio Romano. Constantes revoluciones surgen. Muchos esperan un mesías, cansados de las invasiones de legionarios.

Ha habido varios hombres que se han creído mesías. Muchos acabaron presos, ejecutados en cruces o exiliados. Quizás otros, sobornados. La gente común está cansada de tanto sufrimiento. Los dirigentes religiosos e influyentes de la nación no dan muchas esperanzas. La mayoría tienen tratos secretos con los invasores romanos, por temor o conveniencia. El miedo se vive a diario.

De repente, al norte del mar de Galilea, cerca de Capernaum, allá entre los en los montes, comienza a juntarse una multitud de gente. Dicen haber encontrado al Cristo, al mesías que los salvará. Parece ser demasiado impactante la noticia. Muchos dudan. Otros vuelven a reavivar sus esperanzas.

En la cima de ésa colina, un hombre con acento galileo les habla. Dicen que se llama Jesús. Es increíble el silencio que hace la gente. Muchos de los “mesías” y “libertadores” anteriores hablaban de lucha, de guerra.

Los zelotes, por ejemplo, encajaban perfectamente en el perfil de terroristas. Causaban miedo y terror, tanto a romanos como a los suyos, quizás, por la cantidad de muertes que provocaban para llamar la atención a sus peticiones.

Pero éste mesías no habla de tomar las armas. Habla de paz y amor. Para muchos, el mensaje parece aburrido, pero otros están estupefactos. Habla verdades y con tanta sabiduría que muchos se impresionan.

Sus palabras suenan duras para los fariseos y escribas, la clase alta de la sociedad. Los religiosos. Dice que son unos hipócritas. Su punto de vista parece ser muy coherente. Esto molesta a mucho.

Pero también habla de los pobres. De que deben tener esperanzas en Jehová. De que son bienaventurados si padecen por causa de persecución por actuar justamente. Su mensaje parece ser medicina para una nación dolida.

Pero va aún más profundo con su mensaje. Comienza a hablar del amor. Nunca nadie ha hablado tales palabras, con tal claridad. Dice que den la otra mejilla al enemigo. Que no rehúsen a prestar a quien les pida algo. Que amen a los enemigos como a sí mismos. Un gran murmullo recorre la colina.

Muchos se ríen, pero enseguida vuelven a hacer silencio. A algunos, se les nota el orgullo herido. Otros sonríen, sabiendo que éste es el verdadero mesías. No tiene violencia en sus acciones. Pero su palabra tiene tal autoridad que nadie se atreve a enfrentarlo en su discurso.

De repente, comienza a hablar de la oración. De hablar con Dios. Muchos han hablado de Jehová. Pero lo que dice este hombre es increíble ¡Habla como si lo conociera! Sus palabras tienen una certeza. Los líderes religiosos están sorprendidos. La gente maravillada. Comienza a hablar de orar a un pueblo que pierde sus esperanzas.

Parece extraño, pero un pueblo que dice ser el pueblo del Dios viviente, no tienen comunión con su Dios… ¡No saben como orar! Lo que saben, lo aprendieron por tradición. No entienden, no razonan, no conocen sobre su Dios. Y los que sí saben de Dios, los que tienen acceso a las escrituras son clasificados de hipócritas por el mesías. Quizás sea, porque solo leen las escrituras… no las ponen en acción.

Al terminar el día muchos recordarán sus palabras; su discurso sobre la oración y la relación con Jehová es impresionante. Nunca los escribas y fariseos han enseñado esto. Todos recordarán esas palabras.

Recuerda, cuando hables de imitar a Cristo, recuerda este sermón. Cuando todos hablaban de violencia, el enseñó la paz. Cuando querían matar a los enemigos romanos, el habló de vida. Cuando todos hablaban de la libertad efímera de la revolución, el habló de la libertad que Dios nos dá... la del alma. De ése Jesús te escribo.

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