
El ópalo es una piedra cuyo corazón está roto. Está lleno de mínimas fisuras que permiten la entrada de aire a su interior y luego el aire refracta la luz. Como resultado, el ópalo tiene matices tan bellos que a la piedra se la denomina "la lámpara de fuego" porque el aliento del Señor está en ella.
Un ópalo perderá su resplandor si se guarda en un sitio frío y oscuro, pero lo recuperará cuando se sostenga en una mano cálida o cuando la luz brille sobre él.

Aun así, habrá momentos en que perdamos el brillo en nuestras vidas y es de vital importancia saber cómo restaurarlo. Cuando la plata o el bronce se oxidan buscamos el removedor de óxido y los frotamos. ¿Qué podemos hacer cuando necesitamos restablecer el lustre de nuestras propias vidas? Podemos hacer una pausa temprano por la mañana para buscar la guía de Dios. Podemos hacer un recuento de nuestras bendiciones y nombrarlas una por una.
Una actitud de agradecimiento libera nuestras vidas de la capa de frustración, el óxido del resentimiento y el barniz de la vanidad... todos ellos destructores del autoestima. Cuando hacemos un recuento de nuestras bendiciones, multiplicamos armonía y buenos sentimientos y la llama de la lámpara arde nuevamente con mayor fuerza.

Tomado del libro: "Salpícame de gozo en loz pozos ciegos de la vida", de Barbara Johnson - Página 90.
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